Sam Hamill y J. P. Seaton « LA SABIDURÍA DE CHUANG TSE Textos fundamentales del taoísmo

 He seleccionado el principio del prólogo del libro "Sam Hamill y J. P. Seaton « LA SABIDURÍA DE CHUANG TSE Textos fundamentales del taoísmo"

-Prólogo: Si a todos los poetas, pintores y escritores chinos que han vivido les preguntaran cuál había sido su lectura favorita, la ganadora sería sin duda la obra del Maestro Chuang. El libro que acabó conociéndose bajo el título de Chuang Tse, es una antología del pensamiento taoísta temprano. Al menos siete de los treinta y tres capítulos que han sobrevivido pueden atribuirse al filósofo Chuang Chou (369-286 a. C.). El hecho de que el libro haya atraído a los intelectuales chinos a lo largo de milenios se debe tanto a su contenido como a su estilo. El mensaje de libertad e inconformismo de Chuang Tse libera la mente china y proporciona un saludable antídodo para la ética y los valores sociales de los confucianos. El escritor era un narrador nato y un supremo artista con las palabras: usó todos los recursos del lenguaje a su disposición: desde anáforas a zeugmas, hipérboles y litotes, paralelismos y antítesis, hasta paradojas y humor y, lo más devastador de todo, el recurso retórico de la «incongruencia». Chuang Tse se inspiraba en un vasto tesoro de mitos, leyendas c historia sin registrar de la antigua China, y también en un conocimiento enciclopédico de lo que podría considerarse la «historia natural innatural» para tejer, en forma de parábolas y debates anecdóticos, la visión de un escéptico y místico, en un mundo lleno de constantes y peligrosas elecciones morales. Las traducciones completas o parciales al inglés del Chuang Tse pueden adquirirse en muchas versiones, inclui­ das las de Herbert Giles (1889) y James Legge (1891) del siglo XIX, las más modernas y eruditas de Arthur Waley (1939) y Burton Watson (1964 y 1968); las más matizadas de poesía de Lin Yutang (1948) y Thomas Merton (1965); y las contribuciones eruditas más recientes de Angus C. Graham (1981) y Victor H. Mair (1994). Sin embargo, la nueva retraducción de Sam Hamill y Sandy Seaton de este clásico taoísta tan querido tiene muchos méritos y, en gran parte, se deben a la audacia de su acercamiento y a su innovador lenguaje. Lo explicaré con más detalle. El libro procede del esfuerzo unido de dos de los más talentosos artífices de la palabra de su generación, y utiliza un lenguaje vibrante y lleno de colorido. Su objetivo es que su lectura resulte fácil y amena, incluso hasta el punto de ignorar una fiel traducción formal. Al afrontar la tarea de traducir de una lengua a otra, generalmente se ha asumido que sólo hay dos acercamientos posibles: el literal o el libre. Pero los traductores más avezados han descubierto que hay una tercera opción que es preferible, la cual consiste en atenuar la fidelidad al original con la expresividad en la lengua de destino y combinar la sencillez con la elegancia, para alcanzar, por último, lo que se ha reconocido como los tres desiderátums de una traducción: bsin (fidelidad), la (expresividad) y ya (elegancia). Para traducir un texto filosófico lacónico, la mayoría estaremos de acuerdo en que una traducción literal será la menos gratificante y que no se debe depender exclusivamente de ella. Si no lo tenemos en cuenta, uno puede esperar encontrarse, como ocurre en la traducción de Fung Yulan, con un pasaje como éste: «El universo es un dedo; todas las cosas son un caballo. Lo posible es posible. Lo imposible es imposible. El Tao crea las cosas y éstas son lo que son. ¿Qué es lo que son? Son lo que son. ¿Qué es lo que no son? No son lo que no son». (Chuang-tzu, 1931; reimpreso en 1989, p. 45). Incluso en la reciente y más lúcida traducción de Víctor Mair (W anJering on th e Way, 1994) nos encontramos este pasaje traducido como: «El cielo y la tierra son lo mismo que un dedo; las miríadas de cosas son lo mismo que un caballo. La afirmación yace en nuestro afirmar; la negación yace en nuestro negar. Un camino se hace al andar; una cosa es así porque la gente lo afirma. ¿Por qué las cosas son así? Porque afirmamos que son así. ¿Por qué las cosas no son así? Porque afirmamos que no son así» (p. 16). Si se compara este texto con la audaz reducción de estos argumentos en las escuetas palabras de Hamill y Seaton: «El cielo-y-la-tierra son un dedo. Las diez mil cosas son un caballo. ¿De acuerdo? No. ¿De acuerdo? Sí. Recorre el Tao. Alcánzalo todo. Pronuncia palabras, y eso serán. ¿Cómo que eso serán? ¿Es así? ¿Cómo que eso no serán? ¡Porque no es así!» (capítulo segundo). ¿Acaso esta traducción es un deliberado disparate? No. Está totalmente jusfificada. Debemos tener en cuenta que Chuang Tse no sólo es un filósofo, sino un poeta. En un pasaje Chuang Tse utiliza el sustantivo primavera como un verbo, lo cual cautivó tanto a Burton Watson que, como explicó en la introducción {The Complete Works o f Chuang Tzu, p. 19), intentó imitarlo traduciendo el pasaje como: «...nunca pierdas la alegría ... y haz que prim averee con todo» [las itálicas son mías] (capítulo quinto, ibíd., p. 74). En cambio, el mismo pasaje de la traducción de Hamill y Seaton resulta mucho más natural: «Nunca pierdas la alegría, manténla... eternamente en la primavera de las cosas», a pesar de saber que no es una traducción literal.

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